El final del verano y el comienzo de un nuevo curso escolar ….
Observo y miro, miro y observo.
Observo en el último atardecer de agosto con entusiasmo y una cierta nostalgia los últimos rayos de sol ante una mar turquesa plácida ondeando bajo el viento incipiente pequeñas olas de espuma.
Observo con atención diferentes estampas. Niños y niñas felices correteando por la arena, acabando de construir sus castillos, haciendo la croqueta, bañándose, recogiendo sus tesoros encontrados en las rocas, una madre con su hijo persiguiéndose a lo lejos. Juegos memorables.
Me fijo en un bebé con ojos curiosos en brazos de su padre mientras le coloca en un enorme flotador y lo amarra con sus cinturones de seguridad. Primero llora ante la sorpresa de la sensación fresca, salada, pero enseguida sonríe cuando se ve libre salpicando con sus pequeñas manitas, descubriendo nuevas sensaciones, sabores, colores, olores, músicas, … el mundo por conocer. Su sonrisa, su alegría, se extiende a sus seres queridos, que lo acompañan en su nueva aventura. La madre lo mira y anima, el abuelo se prepara para inmortalizar este instante, a la abuela le salta una lagrimilla de emoción mientras la niña le mira feliz, inocente… La abuela, yaya, amatxi, nonna, avoa, grand-mère, obâsan, groussmamm, nenek, daadee, isoäiti, grandmother, grootmoeder, kuia, büyükanne, avino. Palabras dulces para esos maravillosos seres que derrochan ternura, amor, esperanza. Las que lo son, claro :-), pues las hay de todos tipos, ¿verdad?
Pero esa abuela era una joven abuela de esas que aman, rememoran, sienten, disfrutan, miran y admiran a sus nietas y a sus nietos, esas criaturas llenas de luz y con una larga vida por vivir. Una de esas abuelas que desean que su nieta (la bebé era una preciosa niña) sea feliz, aprenda, viva, se la respete, sea libre.
Aprenda, aprenda, aprenda…. Y sea feliz. Esa es una de las preocupaciones de las familias de niños y niñas de Altas Capacidades. Que su hijo, su nieto, su sobrino, aprenda y sea feliz. Ante el nuevo curso académico que empezamos, esa es una gran preocupación de muchas familias y de los niñ@s y jóvenes. ¿Les harán las adaptaciones que acordamos en junio?; ¿La aceleración será real este curso o tendremos que esperar un año más para que el departamento lo apruebe?; al cambiar de ciclo ¿tendrán en cuenta los ajustes que le hicieron los dos últimos años?; uf, ahora va al Instituto, ¿qué pasará allí? ¿van a estar sensibilizados con las necesidades de la niña o tendremos que volver a empezar?; ¿va a seguir no queriendo entrar a la clase?; ¿saldrá triste cuando lo vaya a recoger?; ¿y los patios? ¿y los compañeros, cómo reaccionarán este año?; ¿quién será el maestro o maestra? ¿lo van a querer entender?
Hace pocos días una abuela me comentaba que su nieta Sandra estuvo más de medio curso asistiendo a clases de 3º y 4ª de secundaria esperando la autorización para pasar de curso. ¿Tanto cuesta hacer las cosas como se espera cuando ya hay un diagnóstico claro y una determinación curricular? ¿A quién beneficia tantos trámites lentos e injustificados? Evidentemente ¡al niño o niña no! Ni a las familias. Pero es que tampoco a los recursos ni a la economía educativa. ¿Por qué se hace tan complicado? ¿Para qué?
Estas son sólo el reflejo de algunas muchas dudas, el sentimiento de numerosas <<preocupaciones>> que muestran muchas familias con hijos con superdotación, talento o precocidad, niños y niñas, adolescentes y jóvenes de Altas Capacidades. Para todos ellos y ellas, el nuevo curso puede convertirse en momentos llenos de nuevos aprendizajes, de retos, de sabores agradables, de colores vivos, de vida; o bien en un curso gris oscuro con algún matiz de húmedas lágrimas, lleno de dificultades, incertidumbres, pocas esperanzas, inquieto, aburrido, amargo, y con más de lo mismo.
Está en nuestras manos, en la de los profesionales, que este curso escolar sea de un color o de otro. Los trámites y la burocracia ya dependen de otras instancias.